¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!

¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!
miércoles, 12 de febrero de 2014


Una buena forma de tener claro lo que debemos aprender a hacer para convertirnos en buenos oradores es resumir en pocas palabras los elementos más importantes que conforman una buena presentación.

Cada uno de estos elementos es como una mesa de 5 patas -sí, 5 patas, en forma de pentágono-. Si le quitas una de las patas, la mesa perderá el equilibrio y, dependiendo del daño, podría caerse irremediablemente. Sería un verdadero desastre para usted y su muy golpeado ego, que era lo que se encontraba sobre esa mesa.

¿Cuáles son, entonces, las patas de esta mesa? A mi juicio, estas son las cinco cosas que un buen orador debe aprender a hacer:

1. El mejor orador sabe organizar sus ideas: 
Regularmente, las personas que deben hablar en público, conocen con pertinencia y amplitud el tema del cual deben hablar. De no ser así, corresponde primero una investigación profunda: si no sabe, ni se atreva. Uno de los peores pecados que puede cometer un orador es inventar o mentir.
Pero, y siempre hay un pero, que usted sepa de lo que habla no quiere decir que sepa poner en orden esas ideas para captar la atención de la gente, para seducirlos con la secuencia lógica de su discurso, para lograr el impacto que usted desea... Eso tiene su técnica, que depende también de los objetivos que usted se trace. No es lo mismo informar que persuadir o entrenar...

2. Un gran conferencista hace un estupendo uso de su voz:
Creemos que sabemos hablar porque el resto del mundo nos entiende. Pero en realidad, en muchos casos, nuestra voz la utilizamos sin obtener de ella el máximo potencial. Es importante que se nos entienda claramente lo que decimos, por lo que debemos vocalizar muy bien -además, esto genera muy buena impresión en nuestros interlocutores-. Debemos estar atentos al volumen de nuestra voz, que debe ser potente y a la vez agradable, melodiosa y emocionante.

3. El mejor presentador está muy consciente de su cuerpo:
Como todo tu cuerpo también comunica, debemos estar claros de qué dice. Si me preguntan, es quizás el trabajo más difícil. La mayoría de las personas no tienen "inteligencia muscular", es decir, no sabe realmente cómo se mueve su cuerpo. Las personas que practican danza, deportes como la gimnasia, o tocan instrumentos musicales, tienen desarrollada la inteligencia muscular, es decir, reconocen claramente cómo se mueve su cuerpo y lo que deben hacer para lograr las figuras o sonidos que corresponden. Pero este grupo no es la mayoría: no tenemos conciencia de nuestro cuerpo, no sabemos cómo mover las manos, cómo caminar o cómo pararnos para ser consistentes con nuestro mensaje.

4. Un excelente portavoz tiene control de sus emociones:
Y no se trata solo de controlar el miedo -o el pánico- escénico, que ya es buena parte del trabajo. Lograr que el miedo y sus consecuencias no se apoderen de su presentación requiere de práctica y confianza. Pero hay otra cosa: si queremos transmitir, comunicarnos eficientemente, nuestro discurso no se conforma solo de ideas, sino también de emociones. Razón por la cual, si nuestro espíritu está atribulado del miedo, será difícil transmitir otra cosa. Y si no somos capaces de manifestar correctamente nuestras emociones, tampoco estaremos logrando nuestras metas.

5. Un óptimo orador es capaz de manejar correctamente su realidad: el espacio, el tiempo y la relación con los otros.
Finalmente, este es un tema que a veces se deja de lado pero es muy importante. No estamos solos en el mundo: la oratoria es una actividad en esencia social. No tiene sentido hablar solo. Entonces, resulta en extremo relevante entender cómo nos manejamos en el lugar donde estamos hablando y qué control tenemos de él; el uso que hacemos del tiempo con el que contamos y cómo nos relacionamos y hacemos contacto con las personas que nos escuchan: cómo logramos mantenerlas cautivadas durante la presentación.

Como ven, cada uno de estos temas requiere de estudio y práctica constante. El entrenamiento es fundamental y convertirse en un gran orador es, en definitiva, una tarea que requiere de disciplina.

¿Te atrae la idea? ¡Adelante, entrénate!

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