Una voz sensual
Hay una costumbre entre los locutores de oficio que, honestamente, me causa mucha gracia.
Hace un buen tiempo, trabajé en una emisora de radio como redactor de noticias. Debía llegar a las 5:00 de la mañana y revisar guiones para el noticiero de las 6:00, mirar los periódicos para compararlos con nuestro programa y agregar algo que podía considerar de relevancia.
Justo antes de la hora, llegaba mi compañera locutora a "abrir la programación". Era el primer programa de la radio en vivo. A esa hora, apenas un café era lo necesario para comenzar a trabajar y salir al aire. Ella entraba al estudio, gritando un "buenos días" que se escuchaba en toda la emisora, y se sentaba con su guión frente al micrófono.
Y ocurría el milagro.
Su voz se convertía de pronto en una potente energía cargada de sensualidad, una leve ronquera hacía que su timbre fuese de terciopelo. Jamás las noticias habían sido causa de perturbaciones similares, y menos a esa hora de la mañana.
Pero, y aquí viene el pero... esa no era su voz. No era su verdadera voz.
Al salir de la cabina, desaparecía el timbre, la gravedad, la ronquera... ya no era la misma mujer la que se había sentado al micrófono. De hecho, su verdadera voz no se correspondía con la imagen que usted podía hacerse de la mujer que leía las noticias a partir de su "voz de locutora".
Este es un ejemplo que se repite muchas, muchas veces.
Tenemos la mala costumbre de creer que, para hablar en público (y más aún para ser locutores) tenemos que modificar nuestro timbre de voz. Y nada más lejos de la realidad.
Mi voz es la que es, y debo saber sacarle provecho tal cual es. Debo saber jugar con ella, es cierto. Si soy actor de doblaje, puedo llevarla a límites insospechados, haciendo caracterizaciones insólitas. Pero cuando hacemos una presentación frente a una audiencia, no es un personaje el que se comunica...
Quien se comunica soy yo mismo. No tengo porqué mentir, porqué disfrazarme. No hay una personalidad paralela, capaz de pararse frente a un escenario. Soy yo. Y mi voz debe acompañarme de la mejor manera posible.
Por eso hay que aprender a vocalizar. Hay que aprender a jugar con nuestros tonos, a que nuestra modulación sea entusiasta, contagiosa. A lograr empatía.
Pero para eso no hace falta cambiarla. Solo entrenarla.
¡Aprende a usar tu voz para comunicarte de forma efectiva!
Les dejo un video de una mujer que ha sabido utilizar una voz que cualquiera habría dicho que no servía para nada y la convirtió en su arma más efectiva para hacer comedia: Fran Drescher, The Nanny...
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