Una de mis técnicas favoritas para comenzar una presentación, generalmente cuando se trata de talleres en los que los participantes deben aprender sobre un tema en específico y necesito garantizar que ese aprendizaje ocurra, suele ser preguntar acerca de qué esperan lograr estas personas durante la jornada de trabajo. Tomo nota de lo que dicen, generalmente en una pizarra o en una hoja blanca, y vamos cotejando las concordancias que existen entre los diversos participantes, así como también logramos subsanar diferencias entre los objetivos planteados por el facilitador y las ideas preconcebidas que podrían haberse creado en la convocatoria.
Es una técnica que suele dar buenos resultados: logras enfocarte en un tema, generando consensos en relación a lo que se espera del día. Incluso, puedes ajustar algunos de tus contenidos si hay en el ambiente la necesidad de tratar un tema que no estaba previsto, pero que podría ser manejado por el facilitador sin mayor esfuerzo. O, finalmente, puedes decir de alguna de estas ideas algo como “este es un tema realmente interesante, pero en efecto, no está dentro de la agenda que vamos a trabajar el día de hoy”.
¿Para qué? Para alcanzar, de entrada, un elemento fundamental al momento de pensar en tu presentación: Ponerte en sintonía con tu audiencia, teniendo claras sus expectativas y atendiendo a sus necesidades de manera directa.
Cuando no hay tiempo…
Muchas veces, sin embargo, nuestras presentaciones no cuentan con el tiempo necesario para preguntarle a quien nos escucha qué espera de nosotros. En una entrevista de radio o televisión, en una conferencia, o ante un público muy extenso, suele ser difícil preguntar acerca de lo que la gente quiere escuchar.
Aquí es donde es importante la planificación. Durante el tiempo que le dediques a prepararte, algunas preguntas clave para tu presentación son ¿qué viene a buscar mi auditorio? ¿Por qué y para qué me quieren escuchar?
Tener esta pregunta en mente es una forma de abordar desde otra perspectiva el objetivo de tu presentación. En todo caso, esto no quiere decir que tengas que decirle a tu audiencia exactamente lo que quieren oír -a veces eso no es posible, e incluso generar algo de sorpresa a veces es recomendable-, pero sí es importante tenerlo en cuenta.
Incluso, imagínate ahora en la situación de dirigirte a una entrevista de trabajo. Es evidente que, en este caso, la pregunta se vuelve aún más importante. ¿Qué está buscando esta empresa? ¿Qué características debo resaltar de mi personalidad, de mi actitud como trabajador, que me haga atractivo para este trabajo? ¿Mi capacidad para llevar adelante el trabajo, mi liderazgo, mi empatía y actitud para trabajar en equipo? Las respuestas a estas preguntas pueden influir notoriamente en el tipo de respuesta que darás en esta entrevista.
Pregunta, pregunta…
Y si es cierto que en muchos casos no puedes preguntarle a tu audiencia acerca de sus expectativas, hay otras personas a las que sí: la persona a cargo de la organización del evento, por ejemplo. Regularmente, quien organiza la convocatoria lo hace por alguna razón, y esa persona suele estar bastante identificada con las necesidades de la audiencia a quien se dirige la presentación. Cuando te inviten a hablar, pregúntale abiertamente a esta persona qué están esperando de tu participación, qué creen ellos que debes lograr durante ese rato que tendrás para dirigirte a estas personas.
Del mismo modo, cuando te inviten a una entrevista para medios de comunicación, es fundamental preguntarle a los periodistas cuál es el objetivo que, según ellos, tendría la entrevista. Ellos deben darte una idea de cuál es el tema y el enfoque de la entrevista. Pero atención: suele estar mal visto que les pidas las preguntas por anticipado. El periodista se predispone a que serás un entrevistador “hostil” que no está dispuesto a conversar o ir más allá de las preguntas que él te envíe. Si estás bien preparado, podrás contestar las preguntas que te ayuden a colocar tu mensaje, así como sortear las preguntas que puedan ser incómodas de responder.
Recuerda: ten en mente siempre que, mientras más cercano está tu discurso a lo que las personas están esperando de ti, serás mejor valorado. Insisto, esto no quiere decir que tu discurso debe estar ajustado a lo que desean escuchar, pero sí debe dar respuestas lo más cercanas posibles a sus expectativas.
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