¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!

¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!
jueves, 8 de mayo de 2014

Hay algo que todos los seres humanos tenemos en común: nos equivocamos.
Equivocarse es natural en el proceso de toma de decisiones. Desde tomar caminos y rutas distintas para llegar a nuestro destino y perdernos en el interín, calcular erróneamente alguna cifra, tomar riesgos innecesarios… Siempre estamos tomando decisiones, incluso cuando no las tomamos, y como no somos perfectos (nada más lejos de la realidad), pues es normal “meter la pata”, a veces de manera tan disparatada y caótica, que luego no sabemos qué hacer con ello.
Entonces, en realidad, el problema no es equivocarse: eso lo hacemos todos y de forma bastante frecuente. Los tres problemas reales (no uno, tres) son estos: reconocer el error, asumir las consecuencias  y enmendarlo.
Reconoce que te equivocaste.
Reconocer un error duele por todas partes: duele la cabeza, duele el estómago, te mareas, pero lo que realmente duele es el ego. Creemos que somos buenos en lo que hacemos, confiamos en nuestro criterio al momento de tomar decisiones, tenemos razones, argumentos para hacer lo que hacemos… y de pronto, ¡torta en la cara! La vida nos recuerda que, a veces, no estamos en la capacidad de preverlo todo, de analizar todos los datos, de ser objetivos (que muchas veces es la razón de nuestras equivocaciones: tomamos decisiones con el estómago y no con la cabeza).
Entonces, como equivocarse duele, lo primero que hacemos es sentirnos mal, entristecernos, deprimirnos. Perdemos energía, entusiasmo. Se desinfla nuestra confianza. Se caen nuestros hombros, miramos al piso, arrastramos los pies… Y si el error es muy grave, sentimos que el mundo se nos viene encima.
¿Qué hacer? Reconocer que eres un ser humano, es decir, que te puedes equivocar. Que es normal. Que  aunque hagas todo lo posible por no hacerlo, te ocurre. No es una forma de justificar el error (eso viene después): es simplemente entenderte como una persona que puede fallar, que venimos con defectos de fábrica y de vez en cuando hay efectos secundarios indeseables de nuestros actos. Te aseguro que reconocerte como un ser cargado de humanidad, como cualquier otro, hará que el dolor que sientes por equivocarte sea menor, e incluso, le tengas menos miedo a tomar decisiones un poco más arriesgadas.
Asume las consecuencias de tu error.
Las crisis ocurren, entre otras cosas, porque alguien cometió un error y las consecuencias hay que pagarlas, de una manera o de otra. No está bien “hacerse el loco”, en plan de “me equivoqué, así es la vida, las cosas son como son y listo”. De hecho, la vida se hace a partir de las decisiones que tomas. Cada elección es un paso adelante, que cambia tu historia y también la historia de otros.
Cuando te equivocas, es posible que ocasiones problemas, daños o malestar en quienes tienen alguna relación con esa decisión que tomaste. Cambiaste las cosas, a veces de forma irreversible. Y es tu responsabilidad y de nadie más el haberlo hecho. En Venezuela diríamos: “Asume tu barranco”, y pon manos a la obra.
Propósito de enmienda.
Los católicos tienen esta figura que es el fin último de la confesión: pecaste, te arrepientes, y decides que no volverás a pecar. Vas a enmendar lo que hiciste. El asunto es cómo…
  • Comienza por tratar de entender bien qué pasó. ¿Por qué tomaste esa decisión? ¿Cuáles eran tus argumentos? A la luz de los resultados, ¿tenía sentido?
  • Luego, toca entender ¿qué pasó? ¿por qué salió todo mal? ¿cuál fue el elemento que hizo que el sistema no funcionara como esperabas? ¿En qué parte del proceso las cosas no caminaron como creías?
  • Finalmente, piensa y comprende bien ¿cuáles fueron las consecuencias? ¿quiénes se vieron afectados y de qué forma?

Al culminar este análisis, tendrás la posibilidad de tomar algunas decisiones importantes:
  • En una situación similar, ¿qué harías distinto?
  • ¿Hay algo que puedas hacer para que la situación cambie y mejore?
  • ¿Qué debes hacer para resarcir a las personas que se vieron afectadas?

Por último, y no menos importante, aprende a decir las palabras más difíciles que tiene el idioma castellano (y lo digo así porque los de habla inglesa la usan mucho más seguido que nosotros): 
Lo siento, lo lamento, perdone... 
y cualquier otro sinónimo que se le ocurra.
Pero eso sí: dígalo de corazón, honestamente. Que pedir perdón por pedirlo se nota, y puede ser peor.
Ahora, aplique todo esto a lo que implica una presentación en público
  • Es posible que se equivoque, así que no dejes de correr riesgos por temor a equivocarte. 
  • Si te equivocas, pide disculpas sinceramente. 
  • Analiza la situación, toma nota, cambia lo que debas cambiar. 
  • Busca la forma de resarcir a quienes te escuchan (información adicional, seguimiento u otras medidas que denoten tu sincera preocupación por el error cometido). 
  • Sigue adelante. 

La próxima vez, ese mismo error no lo volverás a cometer.

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