¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!

¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!
martes, 8 de abril de 2014

Hay dos tipos de personas: los que no logran hablar… y los que hablan hasta por los codos.
Uno de los problemas más frecuentes (y honestamente divertidos) que tienen algunas personas al momento de hablar en público es en su capacidad para enfocarse en un tema. Divagan, se pierden, pasean, revolotean, y de pronto se preguntan “¿por dónde iba? ¿cómo llegué yo aquí? ¿qué era lo que les estaba contando?”.
Cuando esto ocurre en una fiesta, puede ser motivo de risa. Pero en una conferencia, en una presentación, en una reunión de negocios, en un salón de clases... es simplemente mortal.
Concéntrate en tus mensajes.
Esta es una de las razones por las que planificar es tan importante. Si sabes que te gusta hablar e irte por las ramas, el diseño de tus mensajes claves y tus argumentos es fundamental para mantenerte encauzado. Tu discurso es como un río crecido y tormentoso que necesita ser canalizado apropiadamente, de modo que la fuerza de tus ideas no se despilfarre y lleguen a su destino con bien.
Prepara las anécdotas, las historias, los ejemplos, con mucho cuidado. Eres de los que tiene toneladas de posibilidades para decir muchas cosas, así que, como diría mi socio Richard Torres: “¡Edítate!”, escoge las mejores frases, las de mayor impacto, y cíñete a ellas como si tu vida dependiera de ello.
¿Una clave? Piensa en cuantos argumentos necesitas para explicar un punto específico de tus contenidos. Si necesitas más de uno, no has escogido el correcto. Cada punto debe ser posible explicarlo con UN ejemplo, UNA historia, UN proceso, incluso UN chiste. Uno solo. No insistas.
Haz una pausa y respira
Busca una buena excusa para detenerte un instante y respirar. Cuando pienses que has logrado explicar un punto, cuando sientas que un argumento debe ser cerrado… Ese momento de pausa en el que te conectas contigo mismo, aprovéchalo para preguntarte: “¿Voy encaminado o me descarrilé en algún momento?”. Esa pausa será la posibilidad de que hagas una muy breve evaluación del camino recorrido. Si vas bien, continúa, y si no, toma medidas para retomar el rumbo.
¿Una opción sencilla? Utiliza alguna frase o palabra breve que te permita retomar, como por ejemplo: “Seguimos”, “avancemos”. ¿Otra medida un poco más compleja? Aprovecha y pregunta si hasta ese momento tu audiencia tiene todo claro o si tiene alguna pregunta. Así podrás ver si tu público tiene cara de satisfacción o si, por el contrario, parece que tu discurso lo ha llevado a creer que le hablas en mandarín.
Mira el reloj
Otra forma de autoeditarse es estar pendiente del tiempo. Regularmente el tiempo para tu presentación ha sido planificado con anterioridad, así que no alejes la mirada del reloj para que calcules si tus contenidos están siendo desarrollados con el ritmo que necesitan. Recuerda que el desarrollo de tu presentación debe dejarse llevar por la inspiración, pero eso no quiere decir que no tengas unas limitaciones y un objetivo que cumplir.
La planificación de un proceso de comunicación lo es (casi) todo en el aprendizaje de la oratoria. Tómate tu tiempo para evaluar si eres de los que, por tanto hablar, se queda sin decir absolutamente nada. De ser así: ¡manos a la obra!

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