¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!

¡Hablemos sobre tu entrenamiento ahora!
sábado, 7 de junio de 2014


Hoy en día, la credibilidad lo es (casi) todo. Lograr ser confiable, creíble, pasa por un largo proceso de construcción de una imagen personal y profesional que está llena de detalles que no podemos pasar por alto.

Aquí les dejo cuatro recomendaciones que los ayudarán a construir su propia reputación como oradores profesionales:



1. Decir lo que sabes... y lo que no sabes también.


Esto parece obvio, y sin embargo es importante hacer énfasis en esto. Cuando preparamos una presentación, dedicamos buena parte de nuestro tiempo a estudiar los contenidos. Leemos, investigamos, tomamos notas, hacemos esquemas. Es mucho lo que revisamos para ir seguros.

Pero ocurren dos cosas importantes:

- Nunca podremos "saberlo todo"
- Nunca tendremos tiempo de leerlo todo

Es decir, es difícil ser exhaustivos. Hay límites, es de humanos no tener respuesta para todo.

Entonces: asúmelo. Aprende todo lo que puedas, demuestra que sabes todo lo que te has aprendido, pero sobre todo, no tengas miedo a, frente a una pregunta que desconozcas, decir abiertamente que no tienes la respuesta. No es un error.

Eso sí: comprométete a investigar sobre ese punto que salió a colación en tu presentación y del cual no tienes información, y más aún, si puedes, envía esa información a la persona o personas que la solicitaron.

En resumen: no mientas y no inventes. Sé que es una tentación, pero no inventes o mientas sobre algo de lo que no sabes. Las mentiras tienen patas cortas y puedes quedar muy mal frente a mucha gente.

2. Decirlo con propiedad, sin titubear

Una cosa es saber lo que voy a decir, y otra cosa es poderlo expresar de forma clara y contundente. La verdad es algo difícil de definir, eso es cierto. Pero lo que te dispones a decir no es la verdad, es TU verdad. Y si la sientes así, entonces tienes que expresarte como si se te fuera la vida en ello.

¿Esto que significa? Que cada una de tus afirmaciones, tus ideas, tus ejemplos, anécdotas, debes contarlas ya no desde el cerebro, sino desde el corazón. Desde las entrañas. Son ideas que forman parte de ti y de tu sistema, por lo cual deben salir de ti como si de un motor perfectamente aceitado se tratase. Una máquina bien engranada, que logra hilvanar oraciones, frases y palabras de modo armónico, como una gran orquesta.

De igual modo, al momento de contestar preguntas, sé directo y franco con tus respuestas. No te vayas por las ramas. Intenta resolver rápidamente las dudas que tenga tu audiencia y cerciórate de que hayan quedado satisfechos con tu respuesta.

3. Estar presente y enfocado

Esto tiene dos aspectos que son importantes de tomar en cuenta: tu capacidad para no divagar y tu comunicación no verbal.


Divagar es resultado de algo muy sencillo: nuestro cerebro puede ir a una velocidad de procesamiento de ideas mucho mayor a la velocidad a la que emites palabras e ideas. Si no eres capaz de mantenerte enfocado en tu línea de pensamiento, tu cerebro puede ir hilando ideas a una velocidad asombrosa, y sin darte cuenta, puedes perderte y olvidar incluso de lo que estabas hablando.

Entonces, hay que controlar la velocidad de tu cerebro. Obligar a que se quede en esa línea argumental que has creado para la presentación. Que una idea lleve a otra como un río en su cauce. Sin ese control, tu cerebro haría que el río se desborde y el agua, tus ideas, llegarían a cualquier lugar menos a su destino.

Por otro lado, tu comunicación verbal debe transmitir consistencia, fuerza, equilibrio. Esto implica sostener la mirada a tu público, pararse y caminar de forma segura y cómoda, mover las manos de manera controlada, sin gestos exagerados, y una sonrisa de esas que demuestran que estás tranquilo ejerciendo tu rol de comunicador.

4. Cuidado con tu aspecto

Aquí hay algo que tiene que ver con el mercadeo. Tú eres tu marca, por lo cual debes cuidar lo que transmites, incluyendo tu empaque, es decir, cómo luces.

Esto no quiere decir que te tengas que disfrazar de algo que no eres. Eso se nota a leguas: cuando una persona no está cómoda en su propia ropa. Entonces, la elección de tu aspecto responde a dos criterios:

- ¿Quién soy? No quiero dejar de ser yo, inventarme una personalidad ni mucho menos... pero,
- ¿Qué quiero que interpreten los otros de lo que ven? ¿Cómo quiero que me perciban?

Es importante tomar en consideración al otro. No quiere decir esto que no sea posible convencer a los demás de que uno es una persona confiable a pesar de que el aspecto no coincida con lo que el otro espera ver... pero el proceso para lograr convencer será mucho más largo y costoso, ya que tienes que superar un obstáculo que de otro modo no habría ni siquiera existido: el rechazo hacia tu propia imagen.

En todo caso, la experiencia me dice que encontrar un punto en el que ambos criterios se unan no suele ser nada demasiado complicado. Lo primordial es estar cómodos, sentirnos auténticos y tener conciencia de lo que nuestro aspecto transmite a quienes nos miran y prejuzgan.

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